He vuelto a bordar. No es cualquier cosa. He vuelto a tomar la aguja, el hilo y el bastidor. Resulta que hay una historia detrás.
Bordar se me hace difícil. Los puntos son pequeños y mis ojos cada día ven menos. Debido a mi ansiedad, desarrollé un miedo irracional al bordado. Temía no ver bien y enterrarme una aguja (las agujas tienden a tener la punta redondeada) o cortarme con la tijera que está afilada al milímetro. Me horrorizaba la idea de dañar la tela, los hilos, el diseño.
Tejer me parece más seguro, además, puedo llevar la labor conmigo a cualquier cita médica. También son proyectos que no toman tanto tiempo como el bordado. Además, no hay que enmarcarlos después.

Pero después de bordar la mariposa, decidí organizar mis útiles de bordado. Encontré varias labores empezadas y me sentí mal.
Una tendencia en mi vida ha sido la de comenzar alguna tarea y no acabarla. Por ejemplo, de niña tomé clases de guitarra y apenas duré dos meses. De adolescente tomé clases de actuación, pero cuando fueron a montar la obra, me rajé.
La situación ha mejorado con el tiempo. Aun así, hay proyectos de investigación o de vida inconclusos, aunque en estos momentos se debe a fuerzas mayores. Espero tener tiempo de completar algunos.
El descubrir labores de bordado a medio terminar me ha hecho recordar ese mal trazo de mi personalidad. Los quiero terminar para mi paz mental. Por otro lado, uno de los proyectos es el anuncio del nacimiento de mi sobrino y ya mismo entra a la universidad. Más vale que lo acabe en algún momento.

Haber bordado la mariposa me ha dado la confianza para emprender proyectos más grandes. Por lo pronto, terminé este anuncio de aniversario de boda que es extremadamente delicado. Solo falta enmarcarlo; esa siempre es la parte más difícil.
Lo importante es que he vuelto a bordar. No con la misma intensidad de antes, pero al menos siento que no estoy abandonando un proyecto.