Elucubración sobre a quién va dirigida lo que escribo e intento pasar como literatura

¡Como si lo hiciera de otra forma!
Si la masturbación se realiza para autocomplacerse y yo escribo ficción para autocomplacerme, luego escribir, para mí, es un acto masturbatorio. Ya lo había dicho antes.
Contrario a la cantaleta que se repite en talleres de escritura creativa de que se escribe para el público, hace tiempo me di cuenta de que no lo hago así. No soy de las que toman en cuenta al lector cuando me siento a escribir ficción. Escribo para mí, lo que me gustaría leer, lo que me complace. Parto de la premisa de que los lectores no existen.
Es muy curiosa esta actitud mía, porque cuando escribo textos académicos o corrijo los escritos de mis estudiantes o funjo de editora o traduzco, insisto en quien lee. A la hora de llevar a cabo cualquiera de las actividades antes mencionadas, me pongo en la posición de la posible lectora o el lector probable. No así cuando estoy inmersa en la creación.
Eduardo Galeano dijo que:
La literatura tiene siempre una función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una función social, porque se publica para otros.
Se me hace difícil pensar como él. Para mí, la ficción es un asunto íntimo. Ni escribo ni publico para otros, ni espero que me lean. Es posible que pertenezca a una minoría de enclaustrados en su propia creación. Es posible que sea una actitud egoísta de mi parte. Es posible que mi proceso creativo esté contaminado por mi inherente misantropía.
De lo que tengo certeza es de que, para mí, escribir ficción es una cuestión de autocomplacencia, un acto masturbatorio, un asunto onanístico.